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lunes, 16 de abril de 2007

Coetzee

Estoy intentando salir de tanta lectura triste, pero es difícil. Hombre lento, de J.M. Coetzee (DeBolsillo), no me deja. Estas lecturas nos ponen de nuevo los pies en la tierra. Un buen jarro de agua fría a nuestra existencia. Y ríete tú de las bobas historias que nos molestan cada día.
El relato es duro,. Trata de un hombre de 60 años que pierde una pierna tras sufrir un accidente cuando circulaba con su bicicleta. Es decir, comienzo demoledor. Más adelante la historia da un giro, al introducirse en la vida de este hombre una enfermera croata, primero, y después toda su familia. Y nuestro protagonista se aferra a ellos como a un clavo ardiendo. Segundo giro: aparece una escritora que no se sabe muy bien de donde sale y, aunque todavía no he terminado la novela, sospecho ya que se trata del propio escritor que mantiene así una conversación con su propio personaje creado, originando una nueva lectura de la historia. Muy original, aparte de que Coetzee tiene la habilidad de escribir de maravilla, pero muy triste.
De todas formas, tengo ganas de llegar al final porque he adquirido uno nuevo de Enrique Vila-Matas. Sí, por fin encontré Suicidios ejemplares y me muero de ganas de leerlo.
También tengo pendiente varios de Bolaño y un pequeño relato de mi admirado Imre Kertész.
Y más, a Pinilla no le olvido, ya lei La higuera, aunque no sé cuando voy a comenzar con su trilogía. Encima de una mesilla me espera Almudena Grandes y su Corazón helado y un tal Ricardo Menéndez Salmón con La ofensa. Espero dar buenas noticias de estas lecturas, todas ellas recomendadas. Sobre Menéndez Salmón escribió hace un mes Gregorio Morán, en La Vanguardia. Y yo a Morán, además de seguirle sábado a sábado, le hago siempre caso en cuestiones de lecturas. Y nunca me ha defraudado. Me compré, incluso, aconsejado esta vez por mi amigo Máximo, El maestro en el erial del propio Morán, sobre Ortega y Gasset y la cultura del franquismo y, vaya, vaya, no tiene desperdicio. Eso sí, Ortega y Gasset no sale bien parado.
En fin, otra vez estoy aquí, de vuelta de la tristeza.