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martes, 19 de diciembre de 2006

La noche del oráculo

Llevo días sin escribir, pero es que es llegar el mes de diciembre y no tener tiempo para nada. Exámenes míos, de los chicos, regalos de las fiestas, puentes que viene la familia, los amigos, despedidas de año, un horror sólo de pensar las pantagruélicas comidas que se nos avecinan. En el otro lado, con muchas ganas ya de viajar a España y ver a los amigos del alma, amigos.
Así que hoy sólo un par de apuntes:
Uno, estoy leyendo "La noche del oráculo" también de Paul Auster y me está gustando mucho mucho. Una historia dentro de una historia dentro de otra historia. Al principio casi me pierdo, porque lo leo sólo por las noches antes de dormir. Y hay días que tengo que releer lo ya leído porque no sé si estoy en una historia o en otra, pero ahora que ya conozco los personajes, estoy disfrutando de este escritor.
Dos, aquí el otro día, la televisión pública belga (la francófona) se mentó una ficción y creó un informativo diciendo que Flandes se había independizado y que el rey había huido, y eso fue lo mejor, a Kinshasha (creo que se escribe así), vamos a la ex colonia del Congo. Lo curioso de esta televisión pública es que no señalaron que era ficción hasta media hora después del primer comunicado, por lo que dejó al país durante treinta minutos al borde del colapso. Hubo figurantes de la parte flamenca y otros monárquicos manifestándose, pero en ese espacio de tiempo, hubo manifestantes reales que acudieron al lugar, tanto en un caso como en el contrario. Mi profe de francés dice que los francófonos no quieren ni oír hablar de una división del país, en tanto que los flamencos, con los que trabaja su marido, dan por hecho que antes o después se independizarán. Qué complicado es este mundo. Con tantas otras cosas por las que sí que hay verdaderamente que luchar.
Y última, last but not least. Si no escribo hasta después de las fiestas:
Buenas vacaciones para todos y os deseo un 2007 un poquito mejor y en paz!

martes, 12 de diciembre de 2006

Paul Auster

He terminado de leer Brooklyn Follies de Paul Auster y me ha gustado. Sobre todo, me maravilla de qué forma tan aparentemente sencilla suceden las cosas. A veces uno puede pensar lo fácil que debe ser escribir una historia como esta porque nos es muy fácil de leer. Toda la historia, o todas las historias de Auster, transcurren de una manera tan fluida, tan clara, tan lógica que por un momento se puede caer en el error de "qué fácil". Pero es como un rompecabezas perfectamente diseñado. Nada falta, nada sobra. Y eso es lo difícil. Ahora he cogido Cuaderno rojo, también de Auster y con prólogo de Navarro, que se lee en un rato y es una maravilla sobre el azar y sobre lo frágil de nuestra existencia.

lunes, 11 de diciembre de 2006

Qué locura de navidad

Tiendas atestadas de gente que no sabe qué elegir y compra compulsivamente o, al menos, lo parece. Qué locura y qué despilfarro en estas fechas. Qué abismo se abre cada diciembre entre los que se atiborran a consumir y a comilonas y los que no pueden cenar. ¿Con qué cara nos presentamos ante el mundo? A mí me da vergüenza. Yo quiero huir en estas fechas lejos. En fin, será cuestión de llevarlo como buenamente podamos.

jueves, 7 de diciembre de 2006

La audición de piano

He terminado de leer "Bartlery y compañía". Lo hice mientras escuchaba las decididas notas de L'Ariette en Fa majeur que tocaba mi hija Paula en su clase de música con Madame Pilette. Así que hay que imaginarse la escena, porque tenemos la gran suerte de dar la clase, a falta de habitaciones para todos los profesores, en la sala dedicada a los conciertos en la Academia de Música, un edificio de doscientos años llamado el Castle que es una verdadera preciosidad. Allí estaba Paula, tocando en un piano de cola, con su profe belga atenta a las notas, y yo sentada en las primeras filas inmersa en el libro de Vila-Matas. Una gozada.
Al día siguiente se celebró una audición. Numerosos estudiantes, de segundo curso de piano, como Paula, pero también de noveno, como Natalie. Padres atentos, el subdirector de la Academia, que eso siempre impone, y varios profesores. Y en esto comienzan la audición y nombran a Paula para que toque la primera, la invitan a salir con la típica buena educación francesa. Tu veux jouer, Paula? Y Paula que dice que no, que le da vergüenza. Así que fueron pasando otras tres estudiantes antes que ella. Cuando le llegó por fin su turno, o más bien cuando por fin se animó a levantarse, ahí estuvo, a la altura. Interpretación perfecta. Y después, a respirar tranquila.
Mientras escuchábamos a los demás estudiantes, fácil que unos treinta, comprobé que la mayoría, salvo dos o tres adultos, eran jóvenes y que de estos, todos, sin excepción, vestían con vaqueros y zapatillas. Las chicas, con esos vaqueros que se llevan ahora a cadera, con la tripilla y los riñones al aire. Y las zapatillas blancas, deportivas, de colores, de lunares. Todos informales y maravillosamente simpáticos. Si Mozart levantara la cabeza...

lunes, 4 de diciembre de 2006

¿Qué decir?

¿Qué se puede decir cuando te cuentan que tu hija es la alumna que todo profesor quisiera tener o cuando te dicen que tu hijo tiene una madurez extraordinaria y es un alumno muy participativo?
Y, ¿qué se puede decir cuando otra profesora te explica que, aunque el chico no va mal, no se le puede animar, sino que hay que insistir en que puede hacer más, y más y más? Pregunta mucho, dice alguna, demasiado. Y sólo nos queda poner una cara de gran interrogación y preguntarnos si con esas reflexiones los profesores creen que estiman a sus alumnos o más bien todo lo contrario.

domingo, 3 de diciembre de 2006

Qué deprisa va todo

Hace 16 años yo entraba a trabajar al diario El Sol. Todos los periodistas recibimos durante tres meses un cursillo de ordenador. ¡Muchos no sabíamos ni coger el ratón! Por supuesto, no existía Internet y las noticias de agencia nos llegaban a la pantalla a través de lo que entonces se consideró un modernísimo sistema informático, lejos, muy lejos de los telex y teletipos. Por supuesto el e-mail era puroi sueño, pero sí existía un sistema de comunicación entre los diferentes redactores a través del ordenador que nos parecía divertidísimo y que los redactores de a pie utilizábamos para citarnos a comer o a tomar un café.
Era rarísimo quien tenía un ordenador en su casa, salvo los de ilustración y maquetación que iban más "adelantados" que nosotros y nos parecía tan complicado que pensábamos que los ordenadores no se generalizarían hasta que fueran tan sencillos como las televisiones.
Al periódico llegaba siempre el escritor Luis Carandell con su Olivetti bajo el brazo y oías teclear la máquina de escribir y te parecía una anticualla... y sólo habían pasado unos meses desde que tú hicieras lo mismo.
Lo demás ha llegado a una velocidad de vértigo: internet, webcam, messenger, móviles, SMS, vídeo conferencias y demás palabrejas que no sé si llegaré algún día a aprender. ¡Qué deprisa pasa todo!