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jueves, 21 de junio de 2007

Qué poco sabemos de los demás

Hoy he terminado las clases. Como viene siendo habitual el último día, los alumnos ofrecemos a la profe de turno un regalo y le agradecemos la paciencia que, generalmente, suele tener con nosotros. Esta mañana, además, nos hemos ido a tomar un café con Françoise, que así se llama nuestra profesora. Es poco más que un silbido, excesivamente delgada, pequeña, pelo a lo garçon, vivaracha, joven, con una elegante dejadez en el vestir, donde todo le queda grande. En fin, parece una pequeña "perter pan" pegada a una gran sonrisa.
Hablando, alrededor de un café colombiano en un pequeño bar portugués de la avenue du Couronne, hemos pasado casi sin darnos cuenta de los temas típicamente escolares a los personales. Que si los hijos por aquí, que si los hijos por allá. Y así hemos sabido que Françoise tiene dos niñas pequeñas, de 6 y 3 años, que está separada desde hace más de dos. Que sí, que la vida es dura sin poderla compartir, que además su hijita mayor es epiléptica y tiene un problema neurálgico que le impide hablar o caminar como los niños de su edad, que se dieron cuenta los médicos bastante tarde de cuál era el problema de la pequeña, que ella estaba ahora muy contenta porque ha conseguido que el próximo curso su niña pueda asistir a un colegio especial... Y yo escuchaba toda esta realidad inesperada completamente pasmada, pero maravillada también por la fortaleza que veía en esta mujer tan fuerte, tan positiva, tan enérgica. A pesar de que parece que si soplaras fuera a salir volando. Realmente, qué poco sabemos de los demás.

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