Etiquetas

martes, 10 de octubre de 2006

El vagón del metro

En un vagón de metro belga de cuatro puertas cabemos unas 120 personas como sardinas en lata, entre las sentadas y las que van de pie. Está así indicado en cada cabecera de vagón. Cuando viajo en metro, a primera hora de la mañana, es fácil que convivamos durante unos minutos cerca de cien personas pegadas unas a otras, hombro con hombro, cabeza con cabeza, en ocasiones más cerca de lo que nunca estaremos ni con nuestros mejores amigos.
Somos corteses, nos sonreímos, dejamos pasar a los que van a salir, hacemos un hueco a los que entran, leemos el periódico del que está a nuestro lado, echamos un vistazo al libro que lee el de más allá. Observamos los pendientes de la de enfrente, la corbata del otro, el pañuelo, la bufanda el gorro que no se quita el que va pegado a la puerta; vemos las uñas sucias del vecino, las impecablemente limpias y pintadas de la joven estudiante; escuchamos la música que a todo volumen suena a través de los auriculares del que está a un metro de distancia, participamos en el sudoku que hace el que está sentado; reímos las gracias al bebé que va en la sillita, observamos el peinado afro de la de más allá; atendemos a las canciones de los que se buscan así la vida o las peticiones de ayuda de los que ya no buscan nada; de vez en cuando olemos alguna agradable fragancia, escuchamos las risas de los adolescentes; participamos de la conversación telefónica del funcionario de turno, nos sentimos condescendientes con el bostezo infinito de la trabajadora que vuelve a casa y cómplices con el beso furtivo ante la parada que separa a una pareja; nos estudiamos, nos miramos y si en un momento dado se cruzan las miradas, sonreímos
y cambiamos de posición. Todo ello enriquecido aquí en Bruselas con gente de distintas nacionalidades, etnias y condición. Y llegados a este punto, yo me pregunto: si en una lata de sardinas como queda dicho que es el vagón del metro a las 8 de la mañana, sobrevivimos con tantísima educación y respeto, ¿no podríamos hacer lo mismo en el pueblo, la ciudad, el país, el mundo que, al fin y al cabo, tampoco es tan grande?

1 comentario:

Anónimo dijo...

ME RECUERDA UNA FRASE DE CONFUCIO "Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla." Y ME PARECE FANTASTICO Q A TRAVEZ DE UN HECHO COTIDIANO Q LA MAYORIA NO LO ADVERTIMOS PUEDA USTED VER ALGO DE "HUMANIDAD" EN ESTE MUNDO CADA VEZ MAS CORRUPTO.
gusber009@yahoo.es